Esa hermosa brutalidad
Por Leonardo Gudiño para Revista El Vernáculo. Agosto 2010
http://elvernaculo.com/elvernaculoN104/index.php Pág. 105
Bruno está concentrado, mira para abajo y para mí no pestañea. Sabe que estamos entrando al lugar y que somos varios. Ellos están dispuestos en su escena, que es -casi- también nuestra. Las hojas en el suelo y la estaticidad del tiempo. Pienso en la canción de Drexler; la que habla de “el olor de la tierra mojada” y “las flores de Jacarandá”. No sé por qué.
Serán cinco los actores -Martín Aletta, Hernán Cuevas, Tomás Friedenthal, Eugenia Grillo e
Ignacio Manes- quienes discursivamente acercarán la poesía a las artes escénicas. La obra se llama Los Butos, y el director Mariano Agnone. El monólogo, la poesía y un texto rico por todos lados.
En Los Brutos la palabra es fundante. La escena varía en tiempo y espacio con el discurso de sus
protagonistas. En Los Brutos; el monólogo se asume en un texto que bordea pasajes poéticos y ahí
es en dónde reside el color de la obra.
“Vuelvo de Parque Rivadavia con obras completas”. Ellos se mueven con la agilidad de las palabras que se comentan en un ir y venir de monólogos suspensivos. “Es terrible no encontrarse en los propios malos olores”.
Las palabras cuando se colorean en prosa, dicen, son más libres. ¿Quién, acaso, es capaz de contrarrestar los discursos? ¿Quién inventó a los incrédulos?
En Los Brutos la inercia de su lírica es impecable. “Hablo del amor, del pánico que produce el amor”.
La hipertextualidad de la poesía incorporada en la kinésica de un intérprete es aplaudir con ganas.
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